Una fractura de hielo en el Lac de Crescent, en el Morvan, que parece una constelación de estrellas.
Cuando el invierno extendió su manto helado sobre la tierra, el lago se transformó en una constelación viviente, una danza helada de estrellas sobre el oscuro lienzo de la noche. La superficie, habitualmente líquida, se transformó en un espejo de agua azul profundo, congelada por la magia de la escarcha.
Las estrellas del cielo parecían inclinarse hacia el lago, intercambiando su brillo con el hielo que las reflejaba. Cada grieta de la superficie helada se convertía en una escapatoria celestial, un atisbo del resplandeciente infinito. El lago cobró vida, vibrando como una constelación que hubiera venido a la tierra.