Al caer la noche, la ciudad adquiere sus colores más sorprendentes. Amarillo en las ventanas, azul en los edificios, naranja en el cielo y la Costa Azul que se vuelve púrpura ... Un poco más tarde, el púrpura se desvanece, el azul desaparece, el naranja se diluye en el el cielo y las luces de la ciudad están ardiendo. Marsella deja que aparezcan sus colores nocturnos, mientras que la luz del día aún no ha desaparecido por completo. Podemos ver el estadio Vélodrome, la torre Grand Pavois detrás de él, y en la colina Garde, el "Bonne-Mère". En el extremo derecho está iluminada la catedral de Major y sobre el Puerto Viejo, la rueda de la fortuna brilla como un sol que finalmente habría decidido no estar en el horizonte, sino en el corazón de la ciudad ...