Cuando Jean Robic se escapó en la Côte du Coeur-Volant, durante la última etapa del Tour de Francia, los nazis que ocupaban la casa solariega del mismo nombre no eran más que un mal recuerdo en Marly-le-Roi, en los Yvelines. La Francia de Vincent Auriol está lejos de haber curado todas sus heridas. Una ola de frío hizo que se racionara el pan, 200 g por semana. Las huelgas, que el nuevo Presidente de la República consideró insurreccionales, sacudieron a Renault y a las minas. Los comunistas abandonaron los ministerios, presionados por un plan Marshall que pretendía reconstruir Europa sin sus ideas. El deporte se había reanudado, el CO Roubaix-Tourcoing era el campeón francés de fútbol. También en la vida intelectual, Camus publica La peste.
El Tour, trazado como un camino alrededor del país para resaltar sus fronteras, ofreció un respiro. Relanzado por los hombres al frente de un nuevo diario deportivo, L'Équipe, pretendía ser el símbolo de una Francia de vuelta a la prosperidad. Paul Ramadier, Presidente del Consejo, instó a los diputados a levantar el racionamiento de gasolina: "¡El Tour de Francia son tres semanas de paz!"
Así, en el calor "sahariano" que no ha abandonado la carrera desde que Marcel Cerdan dio la salida en el Arco del Triunfo, Francia se arremanga. Pero para bailar. Animó a Jean Robic, conocido como "Biquet", este corredor de origen morbiano, de Radenac, que fue empujado a París por la Segunda Guerra Mundial para correr y trabajar. Le prometió a Raymonde, casada cuatro días antes de la salida: "Soy pobre, pero te daré el Tour de Francia."Ganador de tres etapas, no se ha puesto ni un solo maillot amarillo. Todavía tiene este último día, entre Caen y París, para compensar a Raymonde. Atacó en Rouen, en la colina de Bonsecours. Robic conoce el Coeur-Volant porque se entrena allí a menudo, con la camiseta de un club de Clamart. Tomó la escapada correcta, agarró los minutos que le darían la eternidad. Cuando arranca, los seguidores de las motos advierten a la multitud que tendrá suficiente ventaja para ganar el Tour. Entonces el acordeón recupera el aliento y Francia se emborracha de baile.
PIERRE CALLEWAERT